Si Hades fuera chilango y Atenea la Primera Dama

abril 30, 2004

Día de Tianguis

En días anteriores viaje a la ciudad de México DF, fue un viaje de placer y como muchos de los que ahí nacimos y nos encontramos en el exilio no me son ajenos los días de tianguis, solo que esta ocasión, después de muchos años de ausencia lo vi con una óptica distinta, algo incrédula podría decirse, y por primera vez en toda mi vida disfrute como ninguna esas visitas.

En compañía de un familiar visite, avanzada la mañana, un tianguis de Sábado por el rumbo de Vallejo; el tianguis hay que caminarlo despacio, no se podría visitar de otra forma porque la mayoría de los vecinos asisten y es inevitable una breve charla con ellos, por lo menos un saludo; los puestos son diversos, se encuentran fácilmente verduras, quesos, carnes y ropa, la señora de los tlacoyos y quesadillas de maíz azul, los tacos de bistec, los cueritos en salmuera, gordas, sopes y flautas son indispensables, las frutas con chile y limón necesarias para abrir boca, el puesto de las chácharas es visita obligada y los juguetes de madera (esos tan olvidados en este nuevo siglo) siempre llaman la atención, los puestos de compactos y DVD’s demuestran que después de todo el salario mínimo no lo es tanto cuando se le sabe utilizar.

No todos los tianguis son iguales: también en ellos existen clases. No es lo mismo uno en Insurgentes Sur que en Xochimilco, o el de Lindavista con el de Vallejo; otras ciudades tienen sus propias versiones pero ninguno que allá visitado me ha sabido igual. Esa tarde recordé mi infancia en el tianguis de los viernes por el rumbo de Coyoacan, lamente no tener 9 años, lamente estar tan lejos de mi tierra (concreto sería más indicado), lamente que mi tianguis local no tenga el sabor de un consomé de borrego en una tarde de Sábado en el DF.


abril 27, 2004

Un ente nocturno....

Hoy me dirijo al lector para dar testimonio de un ente nocturno que conocí una de tantas noches que he caminado en está ciudad sin destino, algunas veces, hasta sin origen. El ente del que hablo no tiene forma definida, se crea en un instante de reflexión y desaparece cuando uno cree ha encontrado la respuesta que le satisface dejando tras de él muchas más dudas que certezas. Su fisonomía es amorfa y nunca la misma, solo se le reconoce por el efecto que causa en los que le han encontrado. Si se le busca no se le encuentra, es él el que le encuentra a uno cuando la materia que le compone se encuentra en un mismo lugar y tiempo.

Muchas veces he intentado describirle y he fallado, intento hacerlo a partir de lo que veo, de lo que pienso, del ambiente y hasta de lo que creo, siempre con una visión monocular y racional, intentando materializarle con palabras aprendidas de los libros y las conversaciones que son la estructura de mi filosofía, de mi vida, de lo que me define. Fueron muchos los intentos, muchas las palabras escritas que terminaron en un cesto de basura. Nada de lo que había escrito de él podía lograr que el lector tuviese por lo menos un bosquejo de él que fuese justo; fue tanta mi frustración que abandone la empresa de hacerle material.

Una noche lluviosa me dieron ganas de caminar, sabia de antemano que no le encontraría porque no se encontraban todas las piezas que le dan origen, hacia ya tiempo que no aparecía, no era ni el lugar ni el tiempo, observando las gotas caer al suelo y formarse en un sola logre que mi visión de él tomara una nueva perspectiva; él solo existe a través de lo que hace sentir, a través de las personas que le dan origen, de los pensamientos, todos en conjunto, en mezcla de las particularidades de la materia que le da origen. Fue entonces que me sentí capaz de describirle con la certeza de hacerle material. Así que regrese a casa, tome papel y lápiz y comencé a escribir.

Las personas que le conforman son tan disímiles como parecidas, son personas de carne y hueso, con pensamientos y vidas distintas, en algunos puntos son parecidos pero nunca iguales, se alimentan de lo que viven, de lo que experimentan, de lo que la vida les depara y siempre están ansiosas de seguir viviendo. Cuando el ambiente lo permite una llamada telefónica de una de ellas basta para que compartan un pequeño fragmento de sus vidas, se reúnen alrededor de una mesa, de noche, desean platicar; es entonces cuando él aparece, respira humo de cigarro y en su sangre fluye café, vino tinto, cerveza, o cualquier sustancia que estimule el pensamiento, su voz tiene muchos matices y en ocasiones es fusión de voces; al llegar pone sobre la mesa una idea, un pensamiento, un sentimiento y espera, es entonces cuando los que están en la mesa se amalgaman a su alrededor y comienzan a nutrirla con partes de ellos, cada uno aporta un elemento distinto, característico de su esencia, de lo que lo define, es así como la idea se transforma. Entonces él toma fisonomía.

En el proceso de metamorfosis es largo, tanto como los elementos lo deseen y cada uno se especializa en proveerle de una sustancia, así, hay una que coordina a los demás, se especializa en todo y en nada, uno aporta los sentidos que se materializan en sentimientos, otro los pensamientos que aportan las razones, una más la utopía y la contradicción del espíritu humano, uno mas lo tangible, la funcionalidad, la experiencia de vivir, todas estas corrientes fluyen por el alma de éste ente y se combinan para formar su esencia. Cuando la metamorfosis termina, una nueva nota se escribe en la partitura que determina su ritmo de vida; la idea ya no es la misma y se desvanece en un suspiro para dar entrada a una nueva que se someterá al mismo proceso.

La noche nunca es lo suficientemente larga para terminar con la melodía, sin embargo cuando se desvanece la tertulia el ente no desaparece, se divide como una célula y se incorpora a cada uno de los que le dan sentido, de los que le dan vida, su composición es mezcla de todos y su efecto en cada uno de sus miembros es siempre distinto, particular, característico.

El escenario nunca es el mismo, pero siempre cuenta con alegría, camaradería y empatía, enmarcado por melodías de Silvio, Serrat, Delgadillo o Cabral que logran poner una pausa en el tiempo y unirles en una sola voz que habla de amor, desamor, esperanza, desilusión, de vida y que les hace uno solo aunque sea por ese breve instante. Cuando la noche termina es imposible no lamentarse la necesaria separación, deja un buen sabor de boca, y un dejo de nostalgia y tristeza, pero siempre con la certeza de que habrá otra ocasión, otro momento, otra oportunidad de volver a ser él.

Es entonces cuando él se manifiesta en mí, en mi vida; me hace distinto a ellos, distinto a ayer, mi vida cambia de lente, de tonalidad, es mejor vida, es mejor para vivirla, soy nuevo, soy yo. No se cuanto tiempo la vida me siga trayendo su presencia a mi vida, no espero que sea por siempre, pero de algo si estoy seguro, sea cual sea el futuro mi vida no sería la misma sin su existencia, por ello doy gracias a la vida por permitirme sentir algo tan sublime como la amistad, la amistad con ellos.

Ahora creo haber cumplido con mi intención de describir a aquel que una vez aprecio en mi vida para hacerla mejor, y espero que aquellos que le conforman tengan siempre la oportunidad de tenerle, me despido entonces con una frase de Aute que dice: “Que Dios reparta suerte y va por vosotros”.