Si Hades fuera chilango y Atenea la Primera Dama

octubre 08, 2004

Te imagino

Al apagar las luces de mi cuarto, momentos antes de tirarme en la cama -con la esperanza que las tres tazas de café y esta imagen tuya me permitan dormir-, me permito dibujar tu rostro con los pocos rayos de luna que se cuelan por entre las rendijas de la ventana.

De un tiempo a esta parte me es difícil no pensar en ti. No recuerdo si fue el mismo día en el que te conocí o días después; lo que si es un hecho es que gasto varias horas al día imaginándome que andarás haciendo en esas horas en las que no estas cerca de mi.

Te imagino caminando entre los pasillos de la oficina, haciendo las tareas de esa clase que tomas en la universidad local, jugando con tu cabello, tomándolo entre tus dedos para hacerlo a un lado mientras te esfuerzas por encontrar un sujetador en tu bolso. Lo encuentras, lo colocas en tu cabellos para después perderlo en la siguiente caricia mientras la faena comienza de nuevo, quizá estés concentrada en un pedazo de papel que solo tu entiendes y sabes que hacer con él.

A veces pienso en lo que te dirán tus amigos cuando paso por ti al trabajo. Mientras bajan me preguntan si te espero, pregunta algo tonta pero creo que lo hacen para aliviar mi evidente tensión; sé que se dan cuenta que mi mirada se ilumina la verte bajar del ascensor. Durante la espera me sudan las manos y camino de lado a lado de la recepción preguntando si luzco bien o si no habré olvidado algo, que es lo primero que te diré o a donde iremos cuando aparezcas, pienso tanto en ello que para cuando te tengo enfrente te pregunto donde deseas ir mientras me acerco a tu mejilla para saludarte.

Confieso que a veces subo a tu oficina sin anunciarme, te observo desde lejos mientras charlas con una persona y otra, a veces solo estas frente a ese monitor, atenta, intentando averiguar no se que cosa mientras yo me pregunto que pensaras en ese momento, me gusta pensar que es en mi. Una noche subí furtivo a tu oficina, estabas parada frente al ventanal de la oficina con una taza de café en mano, te observe viendo la luna, parecía que platicabas con ella, mientras, yo le rogaba a ella que no te contara de mis noches en vela pensando en ti, de esas noches en las que le he confesado que me gustas más de la cuenta, de esas noches en las que discuto con mis temores y pacto con los fantasmas de mi pasado una tregua argumentando que esta vez no lo arruinaré. Me vez, me saludas y prometes regresar en un minuto mientras te observo alejarte.

Me gusta estar contigo en ese café del centro en el que se puede platicar sentado en un sillón, te quitas los zapatos, pides disculpas por el hecho al tiempo en que cruzas tus piernas, tomas un cigarro y me das el encendedor para ofrecerte fuego, me miras a los ojos y me invitas a continuar, yo te cuento de una realidad salpicada de fábula y con palabras anónimas de la memoria, sonríes a mis historias como la madre al niño contando una verdad a medias y perdonando la intención porque sabes que lo hago por parecer mas agradable o mas interesente, yo sigo con ella olvidándome de que te has dado cuenta.

Cuando eres tu la que habla intento, imaginarme esa vida tuya antes de conocerte, de la presente y de la futura, siempre comienzas bajando la cabeza y echando tu cabello hacia atrás, tomas un poco de café y llevas el cigarro a tu boca, aspiras, exhalas el humo siempre hacia abajo, es todo un rito. Camino a casa, mientras tú hablas de esto y de aquello, sacas el espejo, el labial, lo abres y los deslizas por tus labios, mientras yo muero de envidia, deseo ser ese pequeño artefacto. Llegamos a tu casa, nos despedimos con un beso en la mejilla, espero a que entres a casa mientras me prometo que para la siguiente cita he de confesar que me comienzo a enamorar de ti.

Ya en casa repaso la noche para lamentar mis omisiones, condenarme por haber caminado contigo si darte la parte interna de la acera, no haberte acercado la silla en aquel restaurante o no haberte comentado de la mi intención de ver juntos aquella película romántica de la que se habla tanto. Termino como ahora preguntándome como hacer para que pienses más en mi, de donde tomaré el valor para acercarme a ti al punto que tu respirar sea el mío, o como recuperar esas horas de descanso que me las he pasado soñando despierto en ti.

Me gustaría saber como hacer para que te enamores de mí.