Si Hades fuera chilango y Atenea la Primera Dama

enero 17, 2005

Por ellas aunque mal paguen

Son casi las 21:00 hrs.

Regreso agotado del trabajo, sin corbata, con los primeros botones de la camisa fuera del lugar, saco sobre el hombro. Abro la puerta con dificultad y arrojo el saco sobre el sillón, me dirijo a la cocina, abro el refrigerador y solo observo un tomate que parece una ciruela pasa y algo de comida china en mal estado. Ante panorama tan desalentador pongo un poco de café en la cafetera y espero, es mitad de semana y el cuerpo exige un descanso, solo pienso en dormir.

El teléfono suena, un buen amigo con voz triste me invita a una noche de fichas. Entiendo la situación, tomo llaves y me dirijo a su casa, es reunión de cerveza, dominó y mujeres. No tardo mucho en llegar a mi destino, los demás convocados ya están en la mesa, me señalan el refrigerador, tomo una cerveza, mi lugar y las siete fichas, la mula de seis habla primero, el juego comienza.

No tardamos mucho en tocar el punto sobre las mujeres. A mi amigo en cuestión le acaban de enseñar la salida en una situación sentimental que desde ya varios meses tenia tintes de telenovela barata. El tipo había invertido tiempo, dinero y esfuerzo, pero sobre todo corazón. Al momento el corte de caja mostraba saldo rojo, una tarjeta sobregirada y un corazón maltrecho apoyaban el balance. Ya con un par de cervezas y aún sin terminar el segundo juego uno de nosotros se levantó para poner algo de música de fondo y dar argumentos a aquel debate, ya bastante gastado cabe aclarar.

Entre una mula de cincos ahorcada y una mula de ceros como tiro obligado de un juego cerrado se terminaron de dar los antecedentes del caso, entre muestras de apoyo e hipótesis de uno y otro alrededor de las razones por la que la dama en cuestión había dado fin a la relación surgió la necesaria pregunta: ¿Quién entiende a las mujeres?, está de más hacer el resumen de lo que uno u otro de los asistentes pudo responder al respecto, lo cierto es que ninguno de nosotros con nuestras múltiples experiencias y teorías del tema tenía respuesta.

Ya con más de cinco rondas de cervezas entre pecho y espalda, el último juego de dominó yacía sobre la mesa, como mudo testigo de aquella tertulia y de una acalorada discusión alrededor de hechos tangibles y magras interpretaciones de las situaciones expuestas, aquellas que eran juzgadas al más puro estilo de la ciencia moderna. Una voz hasta ese momento ignorada llamó nuestra atención y el silencio se instaló en la casa: era nuestro amigo Vicente Fernández con su interpretación de ?Mujeres Divinas?. No tardamos en comenzar a hacerle los coros y desde ese momento todo fue recordar los buenos momentos al lado de mujeres sin nombre que llegaron a nuestras vidas para irse no sin antes dejarnos la tarea de entender la razón del abandono, sino dejando sobre la mesa la misma pregunta.

Después de compartir con el anfitrión sus penas y dejarlo en el sillón de la casa medianamente instalado, todos salimos de aquel lugar con la conciencia de haber escuchado a un amigo, de haber cumplido cabalmente con la responsabilidad de una buena amistad. Nos despedimos no sin antes mirar atrás para preguntarnos en que momento nosotros estaríamos en la misma situación pero con la sapiencia de que habría alguien en quien apoyarse dado el momento.

Llegue a casa horas casi al alba. Me dirigí a mi cuarto a descansar algunas horas antes de comenzar una nueva jornada laboral, sentado en la cama, quitándome los zapatos y arrojando la camisa sobre una silla recordé al padre de un amigo de la universidad. Una noche al ver a su hijo con cerveza en mano y preguntando, ¿Quien entiende a las mujeres?; se detuvo un momento, destapo una cerveza, acerco una silla a la mesa y respondió: a las mujeres no hay que entenderlas hay que quererlas, y si después de todo ellas no los quieren, recuerden lo maravillosas que son e inténtelo de nuevo, lo único que sería lamentable es vivir una vida sin ellas. El señor terminó su cerveza, acarició ligeramente la cabeza de su hijo y se retiró a su habitación. Al cerrar la puerta, todos levantamos nuestra cerveza y brindamos: Por ellas aunque mal paguen.