Que Dios te regale suerte
No cabe duda que mientras se vive se le puede pedir a la vida un adelanto de felicidad, amortizar un poco las deudas con dolor o simplemente no gastarnos los sentimientos, en ese diario ejercicio de sentir siempre se encuentran razones para no amar algo o a alguien, para no iniciar una incertidumbre, ser presas del pánico y salir corriendo; ¿detrás de quien?, no sabemos, solo corremos esperando que la vida pacifica continué mientras nos imaginamos que tentamos nuevamente al destino, deseando que nuestra vida cambie.
Nunca reparé en observar mi andar por esta vida hasta el día de hoy, casi siempre era yo el que encontraba los defectos suficientes para no merecerme un tiempo compartido, casi siempre era yo el que salía corriendo para comenzar de nuevo esperando que los sentimientos cambiarán; argumentos me sé muchos y todos encontraban materia en cada nueva huida, ya en la tranquilidad de mi taza me justificaba ampliamente la cobardía.
El día de hoy no fue así, hoy fui yo el que se quedo expectante preguntándose que había pasado, que se había hecho mal, que me falto por decir, simplemente la vi salir del café sin darme una explicación, un porque, una excusa, cualquiera palabra siempre es mejor que esta maraña de recuerdos, nostalgia y razón que intentan encontrar respuestas, camino de lado a lado todas aquellas charlas con le esperanza de encontrar un gesto, una señal, una palabra que me haga culpable del abandono.
Fueron muchas las intenciones que se fueron con ella al salir del café, ahora tengo los parlamentos escritos por los sueños sobre la mesa sin su protagonista, son muchas las palabras escritas a la nueva ilusión y muchas las ruinas que hay que limpiar después del terremoto de su partida, tengo todas las canicas en las manos a un instante de apostarles; es inevitable sentirse algo traicionado, aunque se sepa que la única culpable sea la soberbia de pretender que la que uno desea lo deseara a uno.
Esa noche llegue a casa confuso, reflexivo, buscando entre las horas de luna argumentos que justifiquen este abandono que solamente yo poseo, en realidad ella nunca me perteneció, ni en las charlas ni en los sueños, ella solo llego a mi vida para demostrarme que existen dos lados en una historia, la de los vencedores y la de los vencidos, y que aunque nunca se este en la cera de enfrente también de esta lado existen más de dos finales, mas de dos historias, cada una de ellas con sus realidades y sus ficciones; lo mejor es que la que se tenga aún deje la fuerza para comenzar de nuevo.
Esa misma noche me dispuse a sanar mis heridas con vino, música y un par de lágrimas, una de ellas por ella, porque encuentre la ilusión que le regale una felicidad infinita, porque su utopía encuentra carne, sangre y corazón dispuestos a morir y vivir por ella, con ella; la otra por todas aquellas ilusiones y sueños que yo tire abajo, porque ellas encuentren lo que merecen. Pongo un poco más de vino en mi copa, la levanto y brindo por ellas, por ella, al tiempo en que me debo la amargura de estos momentos, altero los sentidos con el fin de que el dolor sea más soportable; en el ultimo sorbo levanto una plegaría por mi, por mi corazón y mi dolor, porque después de todo el sol saldrá mañana con la oportunidad de trascender, con la oportunidad de empezar de nuevo.
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Pasele marchantito
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