Si Hades fuera chilango y Atenea la Primera Dama

febrero 10, 2005

Paranoia

En cada palabra tuya sospecho escondes un herida, en cada gesto tuyo sospecho me asesinas las intenciones, en cada despedida sospecho me dejas una idea que me destruye la fé. Padezco esta incertidumbre, esta ignorancia de ti que devora mi alma, estas intenciones tuyas que no comprendo, que me invitan a la locura. Veo detrás de tus ojos la sirena que hipnotiza al tiempo, que me consume la seguridad. Eres tan lesiva como adictiva, eres la droga que me hace creer que el mundo es mío, la resaca que acaba él y me deja esta realidad que me grita, que me aturde, que me mata.

Deseo impaciente encontrar el arma que termine con esto, un arma expectante, impaciente, agazapada en el cajón de la cocina, en las almohadas del sillón, en la oscuridad del café; la tomaría entre mis manos, caminaría hacia ti, la apuntaría directo al corazón y en un segundo acabaría contigo, con esta incertidumbre, tomaría tu cuerpo inerte para buscar en él lo que escondes, lo que ocultas de mi; me debería tu sangre para unirla con la mía, me comería tus pensamientos para entenderte, me pondría tus ojos para observarte. Lo que reste lo enterraría en el jardín, en una fosa muy profunda para estar seguro que no escaparas, y pondría tu diario junto a tu corazón para que no te olvides que alguna vez estuviste conmigo.

Plantaría rosas a tus pies e imaginaria que me visitas, que sigues conmigo, que me perteneces; tomaría a manos desnudas cada uno de tus frutos, cada una de tus rosas, dejaría que cada espina penetre mi carne al tiempo que encuentro una nueva razón para resucitarte, para volverte a matar. En cada nuevo amanecer, cuando la brisa matinal despierta a los capullos, me sentaría junto a ti, a tu recuerdo, sobre la hierba, tomado de tu mano, observaría como los pétalos se abren, esperaría a que se sientan seguros, regocijantes del nuevo día, entonces, te daría un beso en la frente, caminaría furtivo hacia ellos; les arrancaría uno a uno, viéndote a los ojos, tan lejos tu de mi como yo de ti, al final, los tomaría todos para convertirlos en una esencia de odio, para untármela en el cuerpo y disuadir esta necesidad que tengo de ti.

Pondría orugas en tus tallos para que no te sientas sola en las horas que no estoy contigo, para que se alimenten de ti, les vería crecer, tendrían ellos todos mis cuidados, todas mis atenciones; les tatuaría en las alas mi necesidad de ti, les dejaría libres y en su partida podré creer ya no te necesito más. Observaría en ellas todos los sueños que me negaste, todos tus desplantes, toda tu indiferencia; te irías de aquí a pedazos y a pedazos te esparcirías por el mundo, por mi ciudad, por mi barrio, serias alimento de las aves, y ellas sabrían cuanto te ame, y cuanto te odie; este amor, este odio tuyo y mío siempre volará de regreso a casa, para observarte desde la ventana, desde los árboles, y estará seguro que no me abandonaras mas.

En la noches, cuando salga de casa a caminar, a reconocer este infierno viejo, sabré que en cada mariposa de esta ciudad existimos ambos, tú nunca mas estarás lejos de mi, no tendrás el poder de lastimarme de nuevo, y seguirás estando conmigo en las mañanas, en las rosas y en las mariposas, en esta ciudad.